Analía55 siempre había tenido un secreto: podía ver parques de atracciones invisibles. Nadie más podía verlos, pero ella los sentía. Eran mundos alternativos dentro de su cabeza, con montañas rusas que desafiaban las leyes de la gravedad y ruedas de la fortuna que cambiaban de forma cuando uno no las miraba. Su vida diaria se desarrollaba entre el caos de los semáforos y los parques fantasmales, pero nadie le creyó jamás. “¡Pero están ahí! ¡Les juro que están ahí!”, gritaba cada vez que alguien le preguntaba sobre el “parque invisible” que no podía ni tocar ni describir, pero sí sentir.
Un día, mientras caminaba por el barrio, decidió que era hora de invadir el parque de atracciones invisible que había estado observando desde hacía semanas. Se puso sus zapatillas de galaxia (porque le daban poder cósmico) y salió dispuesta a enfrentar la montaña rusa del universo paralelo.
Al pasar por el parque de siempre, que estaba vacío y solo lleno de hojas marchitas, sintió como si el aire se tornara eléctrico. Se agachó y, cuando levantó los ojos, ahí estaban. Las luces del parque. Y un megáfono de repente le habló en voz baja: “¡Bienvenida, Analía55, la reina de los parques invisibles!”
“¡¿Quién está ahí?!” gritó, mirando hacia arriba, buscando el origen de la voz. Nadie la veía. El aire olía a algodón de azúcar, pero no había nadie alrededor. “¡Oh, no es posible! ¡Están de nuevo!”
De repente, un carrusel invisible apareció a su lado. ¡Y la invitaba a subirse! Como si fuera su propio parque. No podía ver los caballitos, pero la sensación de girar era indescriptible. El viento le golpeaba la cara, y comenzó a cantar con todo el pulmón: “¡Dame más algodón de azúcar! ¡Más remolinos de colores!”
—¡El próximo viaje es una montaña rusa de puro caos! —gritó un unicornio invisible desde las sombras del parque.
Analía55 no lo pensó ni un segundo y se lanzó en el loop más grande de su vida. Sintió como si el mundo entero estuviera a punto de desmoronarse bajo sus pies. Fue un momento de total descontrol cósmico, entre gritos, risas y más algodón de azúcar invisible, que comenzó a volar hacia el infinito.
Al bajar de la montaña rusa, todo cambió. El parque, que antes estaba vacío y marchito, ahora estaba lleno de seres interdimensionales que flotaban por el aire, gritando de felicidad. ¡Era una fiesta sin fin! Pero cuando los miró de cerca, notó que ninguno de ellos tenía cuerpo. Eran sombras, solo vibraciones del parque.
¡El universo estaba siendo invadido por un parque de atracciones sin reglas!
Analía55 estaba desbordada, gritando y saltando de felicidad, porque sabía que solo ella podía haber hecho posible esa locura. Era la reina de este caos.
"Si el mundo no tiene sentido, hagamos que un parque invisible lo tenga por nosotros", murmuró con una risa traviesa.
Y entonces, el parque desapareció en un parpadeo, dejando atrás solo una sonrisa gigante en su cara. Nadie creyó nunca en la aventura de Analía55. Pero ella lo sabía: los parques invisibles estaban allí, en alguna parte, esperando a ser reclamados nuevamente. Y todo lo que ella tenía que hacer era, simplemente, creer.
Texto generado por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
Cortesía de OpenAI.
https://openai.com/chatgpt
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